Los clásicos grecorromanos, especialmente los poetas latinos: Virgilio, Ovidio, Horacio, Lucrecio, Marcial, Juvenal, etc.— están ampliamente presentes en la Biblioteca Vinária Reppucci-BVR, principalmente en ediciones preciosas y raras de los siglos XV al XIX. Es el caso de Horacio con diez títulos, dos de los cuales son incunables (1494, 1498), tres del siglo XVII, cuatro del XVIII y uno del XIX. Por casualidad, se está inscribiendo en la colección de la BVR una edición contemporánea (1995) do Prof. brasileiro Dante Tringali, en la que el autor “estudia a Quinto Horacio Flaco: su obra, sus preferencias e idiosincrasias, su religiosidad, sus pensamientos, sus amores. Considera la producción horaciana autobiográfica” (Maria da Glória Novak) y para ratificar sus afirmaciones presenta, con comentarios, veintiocho odas en latín y portugués.
Horácio - Poeta da Festa - Navegar não é preciso. Dante Tringali. Musa Editora, S. Paulo-SP, 1995.
Por considerarlo oportuno y útil, hicimos un recorrido parcial y resumido de la obra de Tringali, que presentamos a continuación, ilustrándolo con imágenes de las ediciones presentes en la BVR.
Toda la obra de Horacio tiene su origen en una larga meditación sobre la afirmación de que la felicidad tiene como objetivo la búsqueda del placer y la evitación del dolor. Para ello, presenta una solución simple, aparentemente simplista, pero de profundo significado mítico y místico: la fiesta constituye el ideal supremo de la bienaventuranza humana, siendo una realización colectiva y no individual, como se encuentra en la reunión de amigos. . En las fiestas de Horacio, por grande que sea la alegría, nadie puede perder la racionalidad. El culto a Baco es respetuoso y moderado.
Horacio reza y sabe que su misión, como poeta, es formular oraciones. En caso de que las oraciones no puedan ser contestadas, sólo queda la resignación y la paciencia, sometiéndose dulcemente a la providencia divina. Hay males que no se pueden evitar, como los contratiempos, las enfermedades, la vejez y la muerte.
En la brevedad de la vida humana, hay algunos días fugaces en los que brilla la felicidad. Es necesario aprovechar estos días como si fueran frutos del árbol de la felicidad, antes de que llegue la vejez y la muerte. Esta es la teoría del carpe diem; nos ordena aprovechar el día, disfrutar el día que pasa, especialmente el día de fiesta.
Esto es lo que sucede en la casa del poeta en un día de fiesta: los sirvientes se alborotan; en un rincón hay una tina de vino precioso; se preparan coronas, la vajilla brilla, el altar se adorna con follaje sagrado, la llama crepita y humea, un cordero espera la inmolación: así es la celebración del cumpleaños de Mecenas.
La fiesta se centra en el banquete, que se compone de sacrificio, cena y socialización, reservada especialmente para la bebida: se
bebe luego entre amigos, en paz, con el cabello perfumado, la cabeza coronada de flores y hojas, desde la puesta del sol en la víspera, y puede durar, bajo la luz de las antorchas, hasta el amanecer. En el ambiente del banquete se cultivan a través del poder del vino todos los valores humanos que forman parte de la visión del mundo del poeta: el amor, la amistad, la conversación amena, la música, el canto, el baile.
El héroe del banquete es el vino, un regalo de Baco, por cuya virtud natural y mística el hombre renueva su fuerza espiritual. Horacio le pide a un amigo que sirva el vino y deja el resto a los dioses. Aconseja a Leukonoe que olvide los horóscopos y diluya los vinos, sin preocuparse por el mañana que, si llega, será una ganancia. El vino reconforta el alma. El hombre que bebe en honor a Baco se relaja, desarruga la frente, rompe la seriedad, se deshace de las aprensiones. El vino alivia el dolor y trae placer. El poeta afirma que no hay otra manera de conjurar el dolor y conquistar el placer, excepto a través de la comunión del vino, bebido en el contexto litúrgico de los días festivos.
La fiesta de Horacio nada tiene que ver con la orgía que tuvo lugar en la Decadencia romana y que empezaba a despuntar; al contrario, tiene un profundo carácter religioso, moral, devoto, ¡casi una fiesta eucarística!
El banquete es la esencia de la fiesta y la esencia del banquete es el vino. Horacio se presenta como un poeta de la fiesta, del banquete y del vino. El banquete, que representa la máxima felicidad posible en este mundo, se basa en la confraternización entre amigos, en un día de fiesta, en torno al vino.
El vino ocupa el centro del lirismo del poeta. No es un tema aislado, ocasional, episódico: estructura y da sentido a toda su obra poética. Su banquete está presidido por una filosofía de vida centrada en la idea de la muerte inevitable. Imposible olvidarla, porque todo en el universo la evoca y no conviene ignorarla. En Horacio la muerte pierde su sentido negativo, desesperante; no quita el encanto de vivir; en lugar de negar la vida, enseña a disfrutarla. Según él, como ya se ha dicho, la muerte enseña a vivir el día que pasa, el carpe diem, y toda sabiduría está en saber cuál es la mejor manera de disfrutar el hoy como si fuera el último. Y reiterando, para el poeta, la suprema felicidad del hombre en este mundo se resume en beber con los amigos, en honor a Baco. A través del vino, el hombre se libra de la tristeza y el aburrimiento de la vida. No bebes para olvidar que te vas a morir, sino porque te vas a morir.
Horatio saluda al vino como un bálsamo y consuelo para el alma; ahuyenta la tristeza y el miedo; despeja, relaja, rompe la seriedad, la seriedad excesiva, renovando las esperanzas. El vino es veraz, abre el alma; bajo su efecto, la gente ama, canta, habla, discute pero sin peleas, sin alboroto.
Dichoso el que se sienta a la mesa del banquete entre amigos, coronado, ungido y bebe piadosamente. Feliz es el que deja la vida como un huésped satisfecho y logra decir todos los días: ¡Viví!
Horacio aconseja a un amigo que cultive la vid en lugar de cualquier otra planta; y en lugar deárboles ornamentales, álamos y olmos, que sostienen la vid. Su lirismo da lugar a una campaña de exaltación de la vid y el vino, con sentido patriótico, en armonía con sus convicciones religiosas; concibe místicamente el vino, como medicina espiritual, don de Baco; no conoce otro remedio para el alma.
Horacio supo conquistar la gloria sin sacrificar su vida, y puede decirse que salió de la fiesta de la vida como huésped satisfecho, habiendo construido al mismo tiempo una obra más duradera que el bronce.
Hoy, más de dos mil años después de su muerte, la crítica reconoce a Horacio como uno de los más grandes poetas líricos de todos los tiempos.
Horacio nació
en el año 65 a.C. y
murió en el año octavo a.C..
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